La familia es fundamental para el camino a la salvación. Dios nos da familias para que obtengamos cuerpos, aprendamos principios correctos y nos preparemos para la vida eterna.
Dios quiere que cada uno de sus hijos se críe en entornos llenos de amor. La mejor manera de lograr esos ambientes comprensivos es vivir y practicar los principios del Evangelio. “La felicidad en la vida familiar tiene mayor probabilidad de lograrse cuando se basa en las enseñanzas del Señor Jesucristo”
- Los hogares establecidos sobre los principios del Evangelio son lugares de paz, donde el Espíritu del Señor puede guiar, influir y edificar a todos los miembros de la familia.
- La familia es ordenada por Dios y esas relaciones familiares y las responsabilidades que conllevan son sagradas. En las Escrituras aprendemos que los padres tienen el deber de criar a sus hijos en verdad, luz y amor (véanse Efesios 6:4; D. y C. 68:25). Los maridos y sus esposas deben amarse y respetarse mutuamente (véase Efesios 5:25), y los hijos deben honrar a sus padres (véase Éxodo 20:12).
“Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y se mantienen sobre los principios de la fe, de la oración, del arrepentimiento, del perdón, del respeto, del amor, de la compasión, del trabajo y de las actividades recreativas edificantes”
- Seguir los principios del Evangelio fortalece las relaciones familiares y aumenta la fuerza espiritual individual y colectiva de los miembros de la familia. Esos principios también nos ayudarán a acercarnos a Cristo.
Toda familia tiene sus problemas. En la agitación espiritual de esta época, no todas las familias tienen circunstancias ideales. Tal como dijo el élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles: “… con millones de miembros y la diversidad que existe entre los niños de la Iglesia, debemos ser aún más considerados y sensibles”4. Algunas personas no cuentan con apoyo familiar para vivir el Evangelio. Algunos desafíos son especialmente difíciles, e incluyen el divorcio, el abuso y la adicción (pero no se limitan a estos).
Dios es consciente de la situación de cada familia y de los deseos individuales de tener amor en el hogar. Incluso si tenemos relaciones imperfectas con nuestras familias, vivir el Evangelio todavía puede bendecir nuestra vida y nuestro hogar. Puede fortalecer nuestras relaciones con nuestro cónyuge, padres, hijos, hermanos y hermanas, y con nuestro Padre Celestial. Algunas de esas bendiciones se recibirán ahora, y otras no llegarán hasta la eternidad, pero Dios no les retendrá ninguna bendición a aquellos que se esfuerzan por lograr la rectitud.
¡Familia que reza unida, se mantiene unida!