El 2 de noviembre dirigimos nuestra atención y oración hacia nuestros hermanos, los fieles difuntos que se encuentran en el Purgatorio. El 1 de noviembre celebramos a todos los santos, tanto los del Cielo como los del Purgatorio y los de la Tierra.
Estos hermanos, partícipes de la fragilidad humana, nos invitan a ofrecerles nuestra ayuda a través de la oración, para que cualquier residuo de debilidad que impida su encuentro con Dios sea eliminado (Juan Pablo II). El Cielo no acepta nada manchado; por ello, las almas con pecados veniales deben ser purificadas antes de entrar en la presencia divina.
El Purgatorio no es un «infierno menor», sino la antesala del Cielo, donde las almas se purifican. Deben limpiarse de pecados veniales, faltas de amor y las disposiciones de pecados perdonados. Al morir, el alma anhela liberarse de estas imperfecciones, y el Purgatorio se convierte en su oportunidad para alcanzar la pureza definitiva.
Las almas del Purgatorio son bienaventuradas, ya que están salvadas y, tarde o temprano, entrarán al Cielo. Sin embargo, necesitan nuestra ayuda, que puede acortar su tiempo de purificación. La Santa Misa es el ofrecimiento más valioso que podemos hacer por ellas, junto con las indulgencias, nuestras oraciones y cualquier sufrimiento ofrecido con amor.
Es fundamental rezar por nuestros familiares y amigos, especialmente nuestros padres y antepasados. Al ayudar a estas almas, podemos ganar amigos en el más allá.
La Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos es una oportunidad para renovar nuestra fe en la resurrección, en la eternidad y en la comunión de los santos. Recordemos que es «muy Santo y saludable rogar por los difuntos, para que se vean libres de sus pecados» (II Macabeos 12, 34-43).
Que el Señor reciba nuestro ruego a través de María Santísima: «Concédeles, Señor, el descanso eterno, y brille para ellos la luz que no tiene fin. Descansen en paz».
Amén
Oración por Nuestros Difuntos
Señor, Maestro Bueno, recibe en tu paz a los que mueren, especialmente a aquellos a quienes amamos: nuestros parientes, bienhechores, hermanos de comunidad y amigos. Te pedimos por quienes tuvieron mayor responsabilidad: sacerdotes, gobernantes y autoridades religiosas, así como por aquellos que mueren sin asistencia sacerdotal y son olvidados. También por las víctimas de accidentes, suicidios y odio entre hermanos, y por los niños inocentes que no nacieron. Jesús Maestro, recíbelos pronto en la felicidad de tu Reino, por mediación de María.
Amén