La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza. En este día las iglesias se desbordan con fieles. El sacerdote nos coloca una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos del año anterior. Las frases usadas por el sacerdote al colocarnos este signo son: «Arrepiéntete y cree en el Evangelio» y «Del polvo eres y al polvo volverás». La Cuaresma es un tiempo penitencial por excelencia, así que es el momento propicio para hacer una buena confesión.
Una práctica ya casi olvidada, pero muy importante en este tiempo, es el ayuno y la abstinencia. El ayuno es obligación los días Miércoles de Ceniza y Viernes Santo, cuando se pide hacer una sola comida; es obligatorio para los mayores de edad hasta los 59 años. La abstinencia se refiere a la prohibición de comer carnes rojas los viernes de Cuaresma y es para todos los católicos desde los 14 años de edad hasta la muerte, en honor a la Pasión de Jesús. La abstención también puede ser de bebidas alcohólicas, cigarrillo y fiestas, o de cualquier cosa que te guste y sea para ti un esfuerzo el dejar de consumirlo.
Recordemos que las tres grandes prácticas en Cuaresma son la oración, la mortificación y la caridad. Una práctica fundamental es la limosna. Has limosnas de acuerdo a tus posibilidades. Hay muchas fundaciones caritativas que están necesitadas y recibirán felices tus donaciones económicas. Como dijo el Papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma del 2014: “Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele”. Más todavía, Benedicto XVI dijo que “La limosna evangélica no es simple filantropía: es más bien una expresión concreta de la caridad”. Otro ejercicio de piedad en esta época es el Vía Crucis, trata de hacerlo una vez a la semana, verás cómo tu corazón se une más a Cristo.
Hay algunas cosas que cambian en la iglesia y durante la misa en estos 40 días. Por ejemplo, date cuenta de que a partir de ahora se va a mantener una mayor austeridad dentro de la iglesia, suprimiendo flores y elementos decorativos innecesarios. Pon atención cuando te encuentres en misa y verás que se ha omitido el himno del «Gloria”. Además, antes de la proclamación del evangelio, el canto del «Aleluya» se substituye por alguna otra aclamación a Cristo. La Cuaresma es también tiempo oportuno para crecer en nuestro amor filial a la Madre de Dios, que al pie de la Cruz nos entregó a su Hijo, es por eso que se promueven ciertas devociones marianas propias de esta época: «Los siete dolores de Santa María Virgen» es una de ellas. Como lo recuerda el Papa Benedicto XVI “la Cuaresma es un tiempo propicio para aprender a permanecer con María y Juan, el discípulo predilecto”.
Todo este tiempo de preparación y de reflexión tiene como culmen la Semana Santa, que comienza el Domingo de Ramos, recordando la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. El Jueves Santo conmemoramos la Última Cena del Señor, antes de ser entregado por Judas en el Huerto de los Olivos. Según la tradición, el lavatorio de los pies que se realiza este día, se lo hace a 12 hombres representativos de la comunidad y significa el servicio y el amor del Señor Jesús que ha venido «no para ser servido, sino para servir». Luego de la oración de la comunión, comienza una procesión en la que se lleva el Santísimo Sacramento hacia un lugar de la reserva diferente al sagrario.
La tarde del Viernes Santo presenta el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario. Este día es el único del año en que no se celebra la eucarística. El altar luce sin mantel, sin cruz, sin velas, ni adornos. El sacerdote va de rojo, color de los mártires, recordando que Jesús es el primero en dar su vida por la Iglesia. Después de la celebración se pasa a una acción simbólica muy expresiva: la veneración de la Santa Cruz.
El Sábado Santo la comunidad cristiana vela junto al sepulcro en silencio. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío. La celebración es el sábado por la noche con una vigilia en honor del Señor de manera que los fieles se los encuentre en vela. La misa es en la noche, el sacerdote ingresa con el cirio pascual a iluminar la iglesia que permanece a oscuras.
El Domingo de Resurrección o Vigilia Pascual celebramos del triunfo de Cristo sobre la muerte. Es la feliz conclusión de la Pasión. La Pascua es victoria, es el hombre llamado a su dignidad más grande. Es el día de la esperanza universal en torno al Resucitado. Ese día podemos decir junto con San Pablo: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe”.
Por: María Verónica Vernaza | Fuente: CapsulasDeVerdad.com